El barrio gótico: esplendor y nobleza en la ciudad antigua
El maestro de los prosistas catalanes, Josep Pla, escribió que "desde finales del siglo XII hasta las postrimerías del XV, con la ciudad rodeada por su perímetro gótico, Barcelona consiguió el punto supremo de su personalidad. La prodigiosa catedral quedó rodeada de una constelación de templos de una severidad y una nobleza extraordinarias. La arquitectura civil llegó a un singular esplendor y a una expresión de elegancia señorial". Aunque Pla se refería a muchos siglos atrás, lo cierto es que el barrio gótico sigue manteniendo buena parte de su antiguo esplendor y, por supuesto, es uno de las visitas obligadas para cualquier persona que desee conocer Barcelona.
No en vano, se trata del núcleo más antiguo de la ciudad, el centro histórico de una urbe cargada de historia. El cardus y el decamanus romanos fueron los primeros ejes del barrio en su parte más alta, el antiguo monte Taber, donde actualmente se encuentra la Plaza de Sant Jaume. La estructura arquitectónica de la zona permaneció intacta hasta el siglo XIX, cuando se produjeron grandes transformaciones en la estructura y morfología del barrio. La conversión de los cementerios parroquiales en plazas públicas, el vaciado de grandes edificios y el derribo de las murallas fueron tres de los cambios más importantes y variaron en gran medida la fisonomía del barrio.
Barrio de barrios
Actualmente, lo que se conoce como barrio gótico es en realidad la unión de distintos barrios que conservan su propia personalidad: el Call, Santos Justo y Pastor, Santa Maria del Pi, la catedral, Santa Anna, La Merè y el Palau. Perderse en estas callejuelas, siempre con las precauciones lógicas en una gran ciudad, es uno de los mayores placeres que puede experimentar un visitante deseoso de atrapar el aliento de la vieja Barcelona.
Arquitectura e historia
La lista de monumentos es tan completa que cualquiera que pretenda profundizar en la arquitectura y la historia del barrio gótico tendrá que dedicarle unas cuantas horas. Además de la catedral, no puede perderse la basílica de la Mercè, la plaza de Sant Jaume y del Rei (acoge el Museo de Historia de Barcelona), el Portal de l'Àngel y los restos del templo de César Augusto, por citar sólo algunas de las propuestas más interesantes.
Quatre gats
Seguramente no hace falta traducir su nombre, pero este mítico restaurante (Cuatro gatos) fue muy frecuentado por los intelectuales a principios del siglo XX. Era muy parecido a los café-conciertos parisinos de la época y uno de sus habituales fue Picasso, que realizó para este establecimiento un dibujo que aún aparece en la carta del restaurante.
Las reliquias de Santa Eulalia
Parece ser que desde que fueron localizadas el año 877, después de haber sido escondidas por miedo a las incursiones árabes, estas reliquias se trasladaron a la primitiva sede de Barcelona. Desde ese momento, la santa ostentó el título de patrona de la ciudad y, paralelamente a su culto, crecieron las obras de la catedral románica, consagrada en 1058. La construcción del templo gótico se inició en 1298 y los trabajos avanzaron a buen ritmo hasta el siglo XV.