Plaza de Sant Jaume: punto neurálgico desde la antigüedad
Si alguien quiere sumergirse en la Barcelona histórica, nada mejor que visitar la Plaza de Sant Jaume, el centro político y social de la ciudad desde la antigüedad. Se encuentra justo en el punto donde confluían las principales vías de la colonia romana de Barcino. El foro y el templo de Augusto, del que se conservan cuatro columnas en la calle Paradís, eran los edificios más importantes de un espacio que siempre ha sido muy frecuentado por el poder. No es por casualidad que a un extremo de la plaza se sitúe el Palacio de la Generalitat y al otro, la Casa de la Ciudad, sede del Ayuntamiento de Barcelona.
El nombre de la plaza procede de la parroquia medieval de Sant Jaume, en cuya portalada se reunía el Consejo de la Ciudad. Al ser derruida en 1823 se abrió la calle de Ferran y la plaza adquirió su forma actual. Anteriormente era mucho más pequeña, ya que la misma iglesia, el foso y un par de edificios más ocupaban todo el espacio. También es cierto que en determinados momentos históricos, como la revolución liberal del siglo XIX, fue denominada Plaza de la Constitución, un nombre que, curiosamente, aún figura en una placa en la fachada del ayuntamiento.
Actos multitudinarios
Como no podía ser de otra manera, la Plaza de Sant Jaume ha sido testigo de los acontecimientos más relevantes de la historia de Cataluña. La proclamación en 1934 del Estado Catalán dentro de la República Federal Española por parte del presidente de la Generalitat, Lluís Companys, la vuelta del exilio de otro presidente, Josep Tarradellas, en 1977 y, cómo no, las celebraciones de los títulos obtenidos por equipos catalanes, casi siempre por el F.C. Barcelona, son algunos de los episodios más significativos. Siendo actos de muy distinto signo, siempre tienen en común que la plaza y sus aledaños están completamente abarrotados. De gente y de banderas catalanas, las senyeres.
Sabor antiguo
Sin llegar a estas concentraciones extremas, la plaza siempre esta llena de gente. Ciudadanos inmersos en sus preocupaciones cotidianas o turistas deseosos de fotografiar todos los rincones de uno de los puntos neurálgicos de una Barcelona que, por moderna que sea, jamás ha renunciado a sus orígenes ni a sus signos de identidad. Y es que, por mucho que los avances tecnológicos sean palpables en cualquier esquina, la plaza conserva un inequívoco y agradable sabor antiguo.
Edificios de categoría
Tal vez tenga algo que ver con la categoría de sus edificios. La grandiosa Casa de la Ciudad, por ejemplo. Originariamente gótica, destaca por su exquisita simplicidad y por un arcángel de San Rafael con alas de bronce que luce sobre la puerta. En el interior, remodelado hacia 1926, cuelgan pinturas de autores tan diversos como Xavier Nogués, Francesc Galí i Antoni Tàpies. En el caso del Palacio de la Generalitat, el esplendor del estilo gótico contrasta con la sobriedad de la fachada renacentista, que data del siglo XV. Quien visite el Pati dels Tarongers (patio de los naranjos) podrá contemplar una de las joyas más logradas de Barcelona.